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jueves, 7 de junio de 2012

Batalla de Arica.

 Brevemente hagamos recordar a los desmemoriados esta fecha. Sucedió allá por el año de 1880 cuando se libraba una guerra impuesta por Chile hacía  un año atrás. Debido a la estupidez de nuestras autoridades (quienes jamás habían creído en la posibilidad de una guerra, igual a como acontece ahora) nos hallábamos en difícil situación aquel año pues perdido el  "Huáscar" y dominado el mar por las fuerzas navales invasoras, la campaña terrestre había comenzado con la invasión de Pisagua, el desastre de San Francisco, la honrosa aunque estéril  victoria de Tarapacá, para proseguir con la dolorosa derrota de nuestras armas en la batalla de Tacna un 26 de mayo del mismo año que nos ocupa. Por ser Arica el último  bastión defensivo de nuestro territorio sureño se le había encomendado su defensa a dos divisiones bajo las órdenes de Francisco Bolognesi Cervantes, coronel asimilado a la carrera militar de 62 años. Cupo a él la responsabilidad de la defensa en medio de las más increíbles condiciones. La derrota de Tacna a finales de mayo le dejaba aislado, abandonado a su suerte. Carente de noticias oficiales, solo con la presencia de algunos soldados peruanos combatientes en  la batalla de Tacna que habían, en la dispersión desordenada que siguió a la derrota, llegado a Arica, pudo el coronel Bolognesi así como sus oficiales de mayor jerarquía, darse exacta cuenta de las apremiantes circunstancias. El comandante en jefe del ejército peruano era, por entonces, el almirante Lizardo Montero, hombre carente de iniciativa y propenso a caer en el más profundo abatimiento ante cualquier evento que resultase adverso, como lo demuestra su actitud pasiva frente al enemigo y su marcha hacia Puno totalmente desmoralizado luego de la derrota del 26 de mayo. Montero se olvidó o quizo olvidarse de las fuerzas destacadas a la plaza de Arica y con ese olvido condenó a muerte a poco menos de 1800 compatriotas.Las últimas órdenes cursadas al coronel Bolognesi fueron: "Defienda Ud. la plaza a cualquier costo". No hubo posteriores indicaciones a esa, como lo prueban los  vehementes telegramas dirigidos por Bolognesi a Arequipa, en donde a la vez de reafirmar sus intenciones de cumplir con su deber, dirige sendos llamados a Montero y al coronel Leyva para que unieran con él sus fuerzas en Arica con afán de hacer más eficaz la defensa. No obtuvo contestación de los aludidos, pues Montero por completo derrotado se había alejado de la zona "crítica". Nuestros aliados bolivianos habían retrocedido también hacia su país y no volvieron a intervenir de ninguna manera en la guerra, la que en adelante sería solo enfrentada por el Perú.
Pero, ¿Quién era el coronel Leyva de quien hemos hablado hace poco?
Segundo Leyva había conseguido las presillas de coronel no por sus méritos castrenses, o por lo menos, por su ascendrado patriotismo, no. A falta de tales virtudes a Leyva le so brava una importante, importantísima virtud: sabía hacer amigos poderosos. Fue amigo personal del gobernante del Perú en aquella época, don Nicolás de Piérola  y Villena. Piérola al asumir el mando vía golpe de estado, se había rodeado de gentuza allegada a su persona, sin mayores méritos que los de ser amigos leales a él, por esa causa dividió al ejército peruano en dos, uno al mando de Montero (su enemigo político) y el otro acantonado en Arequipa al mando del mil veces inexplicable Leyva. Este denominado Segundo Ejército del Sur jamás participó en la guerra en contra del chileno, no estuvo presente en la jornada de Tacna, así como tampoco en Arica, así como en ninguna otra acción bélica a lo largo de la contienda.Si pudiéramos por un momento, al igual que Dante Alighieri, descender  hasta lo más profundo del infierno, para preguntarle a don Nicolás por qué nombró a tan estúpido y cobarde personaje como jefe de un ejército, seguramente nos respondería: "¡Es que era mi amigo!". Cualquier parecido con el presente acerca de cómo se otorgan diversas funciones en el gobierno, es pura coincidencia.
A estas alturas de la narración supongo que los desmemoriados ya habrán por lo menos recordado "algo" del por qué se celebra el 7 de junio como día de la Bandera, pues esta celebración es un homenaje a los defensores de nuestro todavía irredento Morro de Arica. Absurdo sería entonces  entrar en enojosos detalles, pues el que menos ya habrá  recordado las célebres frases del coronel Bolognesi: "Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho", ante el pedido chileno de rendición para evitar un "inútil derramamiento de sangre". Tras este pedido se hallaba en realidad el deseo chileno de no asaltar el Morro que se creía supuestamente minado lo cual habríales costado miles de vidas. Sin embargo tales minas jamás funcionaron. ¿Por qué?
Teodore Elmore . Este fue el nombre del oficial ingeniero encargado de colocar las minas y asegurar su correcto funcionamiento, pero casualmente pocos días antes de la batalla fue capturado por los chilenos hallándose en el perímetro defensivo. Existen documentos oficiales que aseguran que había órdenes de sacar secretos defensivos de la plaza al prisionero Elmore, más aun cuando era el encargado del dispositivo del minado en el Morro, bajo amenaza de ser fusilado. Aunque de diversas formas Elmore, que sobrevivió a la guerra pues no estuvo en acción militar alguna, trató de defender su nombre y honor, es cuanto menos, sospechoso su actuar. El día 6 de junio, en la víspera de la batalla, Elmore es comisionado por el propio coronel chileno Pedro Lagos para ofrecer una segunda capitulación a los peruanos, dejándole luego la libre elección de quedarse con sus compañeros de armas o volver al campamento chileno si lo deseaba. Bolognesi no consideró este segundo pedido de ninguna forma,  tanto por quien era el comisionado como por la informalidad del acto. Ante la negativa del coronel peruano, Elmore increíblemente regresó al campamento chileno a "rendir informes del resultado de la comisión" al comando chileno. Solo de risa sirvió su presencia a los estupefactos oficiales y soldados que lo vieron, pues el campamento chileno se había levantado y las tropas se hallaban en pleno avance hacia la toma del Morro de Arica. Lagos en realidad pretendía ganar un poco de tiempo al enviar a Elmore con el segundo pedido de rendición, pero en su concepto,él sabía que  el jefe peruano no escucharía tal comisión, por lo cual deseaba solo una pequeña distracción para hacer avanzar sus tropas aprovechando la madrugada del día 7, por eso le dio libertad a Elmore para quedarse con sus compatriotas si así lo deseaba. Pero Elmore regresó al campamento chileno como ya hemos dicho y  de esta forma se sustrajo de la batalla, salvando su preciosa vida. En el momento esperado las minas que él colocó no funcionaron. No existen lamentablemente pruebas que nos permitan juzgarlo como a un traidor, a pesar de su conducta inverosímil, pero si bien no se le pueden levantar tales cargos, si se le puede acusar por lo menos de cobarde e inepto.
Muchas veces se ha dicho que el 7 de junio de 1880 solo había héroes en la plaza de Arica, pero no es cierto. Aparte del ingeniero Elmore, existió otro personaje cuyo actuar se ha pretendido minimizar cuando no hacerlo desaparecer de los libros de historia debido a la influyente posición que ocupa hasta la actualidad su familia. ¿Su nombre? don Agustín Belaunde, apodado como "sisebuto" por sus contemporáneos. Belaunde fingía como coronel de uno de los batallones peruanos ese día. ¿Acaso era militar reputado?, ¿Acaso un civil  patriota a ultranza dispuesto al último sacrificio?; ¿Si no tenía estas virtudes en su carácter, por qué entonces era coronel de un batallón? ¿Qué, todavía no lo han adivinado? ¡También era amigo de Piérola!
Como no puede ser de otra forma en alguien nombrado a dedo y no por sus virtudes, Belaunde actuó de la forma en que tales espantajos suelen actuar: escapó en rápida huida de su destino. Dejó abandonado a su batallón, enlodó el grado que ostentaba, embarró el honor y la confianza en él depositadas y escapó como un vulgar cobarde en vísperas de la batalla, dándose maña para burlar el cerco impuesto por las patrullas chilenas sobre Arica. Pero no se crea que el  tal Belaunde fue castigado por su deserción. Al contrario, fue protegido por su amigo Piérola, quien no solo no le levantó cargo alguno, sino que años después ya finalizada la guerra, lo apoyó para que accediera al Parlamento Nacional como diputado. Belaunde en su veloz huida se había refugiado primero en Puno y después en Bolivia y terminada la guerra tuvo el descaro de quien se sabe protegido por las esferas del poder, de regresa al país y pasear por la plaza de Tacna cual caballero andante. Por fortuna fue reconocido por varias mujeres patriotas que lloraban la pérdida del esposo, el hermano o el hijo en las jornadas de Tacna y Arica, y recordando en él al alevoso cobarde, lo persiguieron arrojándole todo género de objetos y a punto estuvo el cobarde de ser linchado públicamente, sino fuera porque pudo ocultarse en la casa de un amigo. El cinismo en su conducta no tiene parangón, ya que poco tiempo después fue electo para el Congreso Nacional, apoyado como ya dijimos por sus amigos a la cabeza de lo cuales se hallaba don Nicolás de Piérola y Villena. ¡Qué no se olvide el nombre de tantos valientes que sucumbieron en la batalla de Arica o que  fueron "repasados" al concluir esta, pero que tampoco se olvide los nombres de los cobardes y estúpidos que rehuyeron de la defensa de la Patria! No recibieron el justo castigo en vida, que reciban por lo menos la condena y el desprecio de nuestro recuerdo para que, como una marca perenne hecha con hierro al rojo vivo, se lea siempre sobre sus frentes las palabras de "cobarde" y  "traidor".

Ricardo del Castillo y Larraondo
Lima. 7 de junio 2012

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